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Foto del escritorPatricia Bentolila

Esperar, es Bueno.

Actualizado: 30 jun 2019

Te acuerdas cuando eras un niño y tenías que esperar?? Te refresco la memoria.

Tú: "mami, puedo salir a jugar?"

Mamá: "Más tarde, primero tienes que terminar la tarea" en otras palabras….. Espera!




Parece que los tiempos de esperar están llegando a su fin. Ahora todo es para YA!, Nos estamos dedicando a lograrlo. Solo tenemos que ver los adelantos (?) que ayudan a conseguir que no tengamos que esperar. Estos son algunos ejemplos: web checkin para no tener que esperar en el aeropuerto, apps de horarios de buses para estar al minuto que llega y no tener que esperar, compras que se descargan al momento y lo puedes empezar a leer y/o escuchar inmediatamente, en fin, la lista es interminable.


Es malo todo esto? Está mal querer y necesitar que todo sea "de una vez"?

Si bien nuestra naturaleza innata es ser impacientes, o tener poca tolerancia a esperar, nuestro sentido común nos dice que hay que desarrollar la capacidad de esperar, por alguna razón antes incluso de entender bien por qué. A los bebés les vamos extendiendo el tiempo entre comidas, y así poco a poco a medida que crecen vamos alargando el tiempo entre lo que piden y lo que reciben. Hasta aquí todo tiene sentido, pero si no entendemos bien el beneficio caemos muy rápido en promover lo contrario. Somos los mismos padres los que más tarde exigimos que nuestros hijos hagan todo de una vez, queremos que obedezcan según nuestro criterio de cuándo hay que hacer las cosas y así empezamos a entrenarlos a que ellos exijan lo mismo, sin darnos cuenta, volviendo al punto donde iniciaron.


En los años 60 el Prof. Walter Mischel, psicólogo austriaco, realizó un experimento en la Universidad de Stanford, USA. El estudio consistió en hacer una comparación entre niños a quienes se les ofrecía comer un marshmallow, pero si lograban esperar el tiempo indicado, en lugar de uno, recibirían 2 marshmallows. Luego se hizo un seguimiento longitudinal para comprobar la diferencia entre los niños que lograron controlar sus impulsos vs. los que preferían la recompensa inmediata. A pesar de que fue difícil, hubo niños que lograron contener su deseo de obtener el marshmallow y su sacrificio fue recompensado. Mischel, encontró una correlación inesperada entre los resultados del estudio y el éxito de los niños muchos años después. En 1990 se encontró que la habilidad de postergar la gratificación se correlacionaba con más altos puntajes en las pruebas de SAT. En 2011, se hicieron estudios de imagenología del cerebro, en los participantes del estudio del marshmallow, quienes ahora se encontraban en su mediana edad, y marcaban diferencias en dos áreas importantes. Mayor actividad en los lóbulos prefrontales para los que pudieron esperar y por otro lado, mayor actividad en el ventral striatum para aquellos que no pudieron esperar. Como resultado de esta investigación, se concluyó que a mayor capacidad de postergar la gratificación, mayor capacidad de conseguir sus objetivos, gestionar sus emociones y ser resilientes (soportar mejor las frustraciones de la vida). En otras palabras, mayor será la posibilidad de éxito de la persona en el ámbito académico, social y emocional.


Nuestro sentido común no estaba del todo equivocado. Es evidente que si hacemos las tareas primero, y esperamos para ver nuestro programa favorito de televisión, obtendremos mejores resultados escolares. Si contenemos el deseo de comer postres deliciosos, y comemos comida saludable, estaremos satisfechos y engordaremos menos. El éxito, es proporcional al esfuerzo que invertimos en detenernos y escoger lo que más nos conviene antes que seguir nuestro primer impulso y satisfacción instantánea.


En la sociedad actual existe una aversión al esfuerzo. La inmediatez, la instantaneidad y gratificaciones buscadas, nos hace plantearnos que necesitamos “aprender a esperar”, “aprender a aburrirnos”, “aprender a postergar la recompensa”. Aprender tal vez, que llegar al fin no los es todo, ya que muchas veces cuando se logra el fin muy rápido, éste no es valorado.


Podemos entender, que si bien, todos deseamos obtener la satisfacción del logro o concretización de una meta, la diferencia radica entre los que son capaces de perseverar y mantener la voluntad y los que se rinden en el intento, o se conforman con lo inmediato, sin saber esperar a lo que hubieran podido conseguir, de haber esperado.


Tal vez ahora que entendemos los beneficios de esperar estamos más dispuestos a no echar para atrás en el desarrollo de esta habilidad. Y estas son la buenas noticias. A esperar se aprende, la fuerza de voluntad se puede aprender y entrenar, y de esta manera cambiar nuestro cerebro.


Los cambios así como la educación son un proceso. Se logran en el tiempo, con lo cual esperar es parte intrínseca de la ecuación. Pretender ver resultados rápidos es pecar de lo mismo. Para lograr este objetivo es recomendable escoger un cambio a la vez. Para ayudar a los hijos a mejorar su capacidad de espera, podemos empezar a mejorar la propia. Pertenecemos a un sistema en el cual estamos inter-relacionados. Si vamos a ser capaces de tener tolerancia y respetar los ritmos, estaremos modelado más de lo que queremos lograr. Al ser respetuosos del proceso de aprender del otro, vamos a enseñar que somos tolerantes de las equivocaciones y que éstas, darán paso a los nuevos aprendizajes.

Este cambio de paradigma trae otros beneficios adyacentes. ¿Se dan cuenta que si logramos mejorar nuestra capacidad para esperar, encontraremos más fácil sentirnos tranquilos, disminuiremos esa carrera hacia ningún lado y sin sentido y encontraremos una calma y paz en nosotros que parece que estamos persiguiendo quién sabe dónde?


Y este, es solo el comienzo, porque esta es la misma raíz de muchos otros sinsabores de la búsqueda de gratificación inmediata. Pero….. eso ya no me cabe aquí.



Ver una pequeña parte del CV de Patricia en éste link

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